Me encontraba desanimada,
Por los infortunios que suceden a veces,
Cosas de la vida diaria…
Llego la noche y me recosté como siempre,
Mirando a la pared.
Empecé a pensarte, no sé bien porque.
De pronto estabas frente a mí sonriendo,
Como aquella noche,
Sonreías.
Estiré mi mano para peinarte,
Como aquella vez.
Y una fría pared interrumpió mi sueño.
No había más,
Solo el choque abrupto de mis dedos con el concreto.
Y el pecho me empezó a arder, de pensarte tanto.
De creer que te necesito para ser feliz.
Que estupidez.
Mis lágrimas se asomaban
e incrédula me repetía que no valía la pena,
Que no otra vez no.
Y aunque ganas tengo de borrar lo que he escrito
Porque jamás lo leerás,
Porque aunque lo leas,
Le darás un valor igual a cero.
Hace poco volví a espiarte,
Para saber de ti,
Para ver si sigues igual a como te recuerdo.
Pero entonces la cruda realidad me golpeó,
Dejaste escapar detalles de tus gustos
y son incompatibles con los míos.
Me entristece saber que he amado a un fantasma.
Porque una de las cosas que me enganchó a ti fue eso,
Que lo compartíamos todo.
Que parecía que coincidíamos hasta en lo más mínimo.
Que era el destino.
Pero no.
Nunca coincidimos.

1 comentario:

Recuerda que siempre podrás volver a este sitio.
Gracias por leer mi entrada.