Perdida en el mundo sintiendo que ya no valía la pena ilusionarse o esperar algo de la gente, ya había aprendido suficiente ¿Para qué más?
Andaba sonriendo por ahí y llorando por dentro, hablando con tanta gente sin llegar a conocer a nadie porque siempre había un muro, no sé si lo ponían ellos o yo tratando de sentirme a salvo.
Pero bien dicen que cuando menos te lo esperas, en el lugar menos pensado, aparece la persona que va a sacarte de ese estado. Así fue. ¡Qué podía imaginarme yo! …que encontraría el amor mientras bailaba en año nuevo con mis amigas. El lugar estaba lleno de tantas personas pero finalmente fue él quien me encontró a mí. ¿Empiezan a imaginarlo? El bailando conmigo y yo sin prestarle mayor atención. 
Hablando de lo típico, nombre y edad, preguntas triviales, cosas que definitivamente no iban a trascender en lo más mínimo en mi vida, creí. Y entonces, luego de que me canse de desviar la mirada, decidí posarla en él y ¡mierda! …esto no es verdad, desvié la mirada de nuevo porque me había puesto nerviosa, sin razón alguna, ya no, ya no quería ver de nuevo esos ojos. ¿Qué me pasa? No, ya debes de admitirlo, esa mirada era triste y pareciera que te estabas viendo en el espejo. Eran unos hermosos ojos y una mirada triste, aunque el luciera muy feliz.
Ambos lucíamos felices pero ¿lo éramos? Yo no. Yo estaba vacía de emociones… y al verlo fue como reconocerme.  ¿Quién sabe que habré dicho? Ni siquiera estaba en mis cinco sentidos. Estaba todo como para salir muy mal, como para que todo se acabe sin que hubiera comienzo.

La vida es así, te da las cosas en el momento menos esperado pero oportuno. Había pasado renegando de todas las cosas que me habían salido mal, queriendo entender por qué todo eso me había sucedido. No había respuesta, la vida respondía con más experiencias así. Ya estaba acostumbrada a que las cosas no se dieran o se dieran mal. ¿Qué podía esperar? Yo nada. Y la vida, tan sabia, supo que ya era el momento y lo puso frente a mí. Creo que me ayudo porque yo sinceramente no lo reconocí como un regalo pero eso era, un regalo que acepte con desconfianza… pero con el tiempo se volvió evidente, había algo. Me dio miedo y empecé a convencerme de que no debía ilusionarme porque sería en vano.
¿Se lo imaginan? El contándome sus cosas, yo sonriendo y pensando ¿Por qué no le cuento las mías? Yo quería pero callaba y prefería dejarlo para después. Hasta que un día, un buen día, logre contarle cosas que para mi eran importantes. Ese lunes le abrí mi corazón para que pudiera ponerse cómodo adentro. Cómodo y a salvo. ¿Quería el entrar y quedarse ahí? No estaba segura.
Nunca olvidaré el día en el que me preguntó sobre lo que <teníamos> y lo que yo sentía, decidí decirle la verdad ¿Qué tenía que perder? Nada y además el quería respuestas, entonces yo se las daría.
“Mañana iré a verte, prepárate porque te tengo una sorpresa.” me dijo.
¿Ya se lo imaginan?
Yo sigo sin creer que sea verdad.


1 comentario:

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